Experimentación y Castigo

LA VIDA LARGA

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¡¡¡Ratón, lo hemos conseguido, el experimento ha sido un éxito: vivirás un 40 % más!!! El ratón mira al científico y luego la siniestra rueda oxidada, la amalgama de papeles amarillentos, los barrotes de la jaula, y se echa a llorar.

Texto de Óscar Sipán

Ayer al comprar las cremas que desde hace varios años utilizo y que no están testadas sobre animales, me acordé de este duro y certero texto de Óscar Sipán. Si nos pusiéramos, aunque sólo fuera una hora, en la piel de muchos animales y sintiéramos lo mismo que ellos, tal vez entonces seriamos más contundentes a la hora de exigir un trato ético hacia ellos, tal  vez entonces hablar de derechos para los animales no sería cosa de unos cuantos…

Para mí tener la certeza de que mi desmaquillante de ojos no ha dejado ciegos a diez cobayas me tranquiliza, es vital. Y esto apenas cuesta un poco más que otras marcas. La experimentación animal  no tiene control alguno y llega a ser de una crueldad absoluta, brutal, criminal y no, no me paso al utilizar las palabras. Aquí hay unos ejemplos.

Experimentos:

En 1981, un doctor amputó los brazos de un mono con el único fin de comprobar si el simio utilizaría sus pies para conseguir el alimento. Por su parte, otro investigador en un centro estadounidense de estudios sobre los primates, quiso inducir a la depresión a crías de mono. Para sostener sus teorías, ideó experimentos de gran sadismo. Sustituía las verdaderas madres por monas de trapo que se comportaban como auténticos monstruos. Pero, ni los soplos de aire comprimidos a alta presión, ni los violentos balanceos que hacían castañear la cabeza y los dientes de la cría, ni la expulsión de largos clavos de latón, lograron que los pequeños monos desconfiasen de sus madres.

La brutalidad continúa como la prueba en la que a los ratones se les causa convulsiones con electrodos especiales aplicados a los ojos, y pinzas eléctricas sujetas a la oreja; o como los perros que reciben continuas descargas en las pezuñas, mediante un suelo de rejilla electrificada. Todo ello para obtener resultados triviales y obvios, como que «el hambre influye en la conducta agresiva de las ratas», a la que llegó una psicóloga tras dejar sin comer a 31 ratas durante 7 días, al cabo de los cuales les ofrecieron crías de ratas, a las que, lógicamente, devoraron.

Hay estudios y científicos que dan miedo, pero miedo, miedo.