Hasta siempre, querida Erin.
No he llegado a tiempo para despedirme de ti. Te encontramos con apenas unas semanas en un cubo de basura con la cabeza rota y cubierta de sangre. No sobrevivirá a esta noche, dijo la veterinaria. Se equivocó. Han sido diecisiete años compartiendo belleza y fuerza felina. Gracias a mi vecina por cuidar de mis peludos cuando yo no estoy, por estar al tanto de todo, por darse cuenta de que algo iba mal. Por darle cariño a Erin mientras yo buscaba en un mar de lágrimas un autobús de regreso a casa.
Hasta siempre, Erin. Te quiero.





Te quiero, querida Erin.
¡Vuela alto!