I miss the Bloomsday

Hoy se celebra el Bloomsday en Dublín. He asistido a la cita dos años seguidos, pero esta vez no estaré en la calle O’Connell ni en Grafton Street, ni formaré parte de la folclórica, sí, pero divertida y excitante ruta que anualmente se hace en la ciudad recordando la particular jornada de Leopold Bloom. A estas alturas ya todo el mundo sabe que hablamos del Ulises de Joyce.
Echaré de menos una pinta negra, no echaré en absoluto de menos el asqueroso menú que tan claramente describe Joyce en la novela. Ese día se representa toda la jornada de Mister Bloom, a excepción del arte de la felación en la primera cita de Nora Barnacle. Al menos yo no he visto la representación, pero conociendo a los irlandeses igual hay algún local donde a la par que te dan una sopa incomestible se representa la maestría de Nora con su lengua, sus manos y su talento para ponerle nombre a las cosas.
En fin… que, a falta de un buen pub irlandés auténtico y sin adornos gilipollas, me buscaré un buen disco de música irlandesa, visitaré Innisfree y llamaré a los que tienen la suerte de estar hoy allí para que me cuenten cómo ha ido la jornada.
Para el que quiera leer el último párrafo del Ulises de Joyce aquí subimos esta joya. A mí me gusta mucho.
(…) sólo miré a lo lejos al mar y al cielo estaba pensando en tantas cosas que él no sabía que Mulvey y el señor Stanhope y Hester y papá y el viejo capitán Groves y los marineros jugando a los pájaros volando y a la pídola como lo llamaban ellos en el muelle y el centinela delante de la casa del gobernador con la cosa alrededor del casco blando pobre diablo medio asado y las chicas españolas riéndose con sus mantillas y sus peinetas altas y las subastas por la mañana los griegos y los judíos y los árabes y no sé quién demonios más de todos los extremos de Europa y Duke Street y el mercado de aves todas cacareando junto a Larby Sharon y los pobres burros resbalando medio dormidos y los vagos con sus capas dormidos a la sombra de las escaleras y las grandes ruedas de los carros de los toros y el viejo castillo de miles de años sí y esos moros tan guapos todos de blanco y los turbantes como reyes pidiéndote que te sentaras un momento en su poco de tienda y Ronda con las viejas ventanas de las posadas, los ojos atisbando una celosía escondidos para que su amante besara las rejas y las tabernas medio abiertas de noche y las castañuelas y la noche que perdimos el barco en Algeciras el vigilante dando vueltas por ahí sereno con su farol y ah ese tremendo torrente allá en lo hondo ah y el mar el mar carmesí a veces como fuego y las estupendas puestas de sol y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas esas callejuelas raras y casas rosas y azules y amarillas y las rosaledas y el jazmín y los geranios y los cactus y Gibraltar de niña donde yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el pelo como las chicas andaluzas o me pongo una roja sí y cómo me besó al pie de la muralla mora y yo pensé bueno igual da él que otro y luego le pedí con los ojos que lo volviera a pedir sí y entonces me pidió si quería yo decir sí mi flor de la montaña y primero le rodeé con los brazos sí y le atraje encima de mí para que él me pudiera sentir los pechos todos perfume sí y el corazón le corría como loco y sí dije sí quiero Sí.