Sueños raros. En la puerta de una granja está San Francisco de Asís. El santo forma parte de un equipo de investigación de Igualdad Animal. Hablamos un rato, me ofrece un té. Todo va bien hasta que aparece el ministro Cañete y aplasta a Asís con un bocadillo de chorizo, lo deja inconsciente. Entonces llega un poeta famoso hablando de solidaridad. Su boca es como una caja registradora, suelta palabras y recoge monedas al mismo tiempo. Al fondo, unos ojos oscuros nos observan. Es Gramsci, que sonríe y toma notas en un cuaderno rojo. Gramsci está en la cárcel, pero también en el mar. Un mar azul enrejado sólo para él. Tiene los pies mojados y un cabello oscuro y generoso poblado de barcos. “Tranquila”, me dice, “la próxima vez que vayas a Cagliari encontraras mi casa y podrás dejarme flores”. Nos interrumpe una voz esbelta que asoma entre ola y ola. Es la pantera Pasolini que recita “Poesía en forma de rosa” con acento de corsario. Esto es para vosotros, susurra, mientras enciende un cigarrillo.
Qué pena haberme despertado, ya me gustaría a mí soñar la segunda parte…