¿Trabajar por hacerme un nombre con un soneto, y no hacer otros? ¡No, gracias! ¿Hacerme nombrar papa por los cónclaves de imbéciles de los mesones? ¡No, gracias! ¿No descubrir el talento más que a los torpes, ser vapuleado por las gacetas y repetir sin cesar: « ¡Oh!, ¡a mí, a mí, que he sido elogiado por el Mercurio de Francia!»? ¡No, gracias! ¿Calcular, tener miedo, estar pálido, preferir hacer una visita antes que un poema, releer memoriales, hacerse presentar? ¡No, gracias! ¡No, gracias! ¡No, gracias!
Cyrano de Bergerac, Acto II, Escena VIII, Edmond Rostand
Acabo de leerlo hace apenas unas semanas después de haberme metido en vena dos de sus versiones cinematográficas (la de Ferrer y la de Depardieu, obviosly), miles de veces.
La continuación del texto, por cierto, apelando a la independencia, a la honestidad, a la inteligencia, al propio criterio y al espíritu crítico, es tan bueno o mejor que el fragmento que has escogido.
Besos narigudos
Solo al que vale reconocer los méritos
no pagar jamás por favores pretéritos,
renunciar para siempre a cadenas y protocolo;
posiblemente no volar muy alto, pero solo.
Jugarse la vida en un soneto, y en el último verso….
un abrazo
Marta, pues entre Cyrano y el I Ching…
Las cosas no son lo que parecen, no corras riesgos ni sigas el consejo de otros.
Besos,
Hace tanto tiempo que me leí ese libro… De pronto, me han dado ganas de releerlo. Gracias por ese empujoncito