¿Para cuándo una reforma mental?

Me gusta este texto del periodista Guillermo Pardo.

Lo planificado se ha cumplido, con apoyo legal, para convertir en proscritos a los demandantes de un derecho universal. La tapadera perfecta para los codiciosos, los especuladores y los malos empresarios -más numerosos que los malos trabajadores, que los hay a mansalva- logró hace unas semanas el impulso que le faltaba.
Trabajar ya no es un derecho, ni siquiera un deseo, una intención o una necesidad. Ya es, legalmente, un capricho del contratador. A partir de ya muchas empresas dejarán de regirse por el código de la negociación para conducirse por el de la peonada, más laxo, caprichoso e inmoral.
El estajanovismo cobra impulso, avalado por el discurso de guante blanco, la cobardía política, la inopia social y el colaboracionismo mediático. Y así hasta el que el cuerpo aguante y obligue a emplear el euro del periódico en la barra de pan o el precio del televisor en el seguro médico. Entonces el colaboracionismo mutará en reacción, pero ya será tarde.
Lo sensato es pensar que con los tiempos que corren las reformas son necesarias. Pero no a cualquier precio ni a costa de los de siempre. Lo sensato es compartir consecuencias y responsabilidades, de manera que si se cambian las reglas del mercado laboral también habría que modificar las del mercado empresarial.
Dicho esto, cabe preguntarse: ¿para cuándo una reforma mental?

Hasta aquí el artículo de Guillermo Pardo.

Para mí la Huelga General del 29 de septiembre está más que justificada.