Babas, caviar, veneno y Zapatero

Desanimada tras escuchar las medidas de Zapatero, salgo de casa con la intención de ladrar junto a mi perra en un parque cercano. ¿Ladrar o escribir?, preferí ladrar. Deberíais agradecérmelo. Tenía en la cabeza una canción de Johnny Cash. Me sentía como un suflé de emociones, un revuelto de ira y de rabia, al comprobar cómo nos vuelven a toman el pelo económicamente hablando, emocionalmente hablando.
Después de ladrar un rato, me fui a comprar una crema. En realidad la crema la hago yo, buscaba los ingredientes: agua de hamamelis, rosa de mosqueta, aceite de Chiapas…  En la tienda me recomiendan una marca.  Les digo que no hace falta.  La dependienta insiste, decido dejarle hablar. “Esta es la mejor crema de baba de caracol del mercado”. Le interrumpo. No, gracias. No me interesa. Insiste, así que le cuento que el dichoso gel se consigue provocando en los caracoles un stress espantoso. Los dejan en una máquina a gran velocidad  y con mucho ruido. Ellos, que son tranquilos, se asustan y segregan baba más rápidamente como un acto de autodefensa. La baba del miedo, la llamo yo.
La dependienta decide venderme una crema con caviar. Yo, en lugar de callarme, le explico cómo extirpan las huevas de los esturiones, cómo les rajan y se las sacan a palas.  Déjelo, por favor, déjelo. No quiero esa crema. Al final, insiste en lo que, según ella, es lo último de lo último. Tiene un efecto milagro, dice, se trata de la… “La crema con veneno de serpiente”. Sí, lo que habéis leído.  No sé qué me pasó, pero me entraron ganas de llorar allí mismo. En otra ocasión me hubiera enojado, hubiera soltado un no sé qué,  pero el día estaba demasiado arrugado como para eso. Y pensé que el país y sus medias drásticas, su tijeretazo fulminante,  era un poco como las cremas que me estaban ofreciendo, una locura, un sinsentido. Una falta de conocimiento total. Un vivir deprisa sin preguntarnos. Un consentir una y otra vez que nos tomen el pelo. El efecto milagro, ponga veneno de serpiente en su piel y siga hacia delante.  Hoy el país me parece una baba de caviar con veneno de serpiente. Y duele, duele más que nunca.

En recuerdo de Lena Horne

El pasado 10 de mayo murió Lena Horne. Además de haber sido una excelente cantante y actriz, fue sobre todas las cosas una activista pionera de los derechos civiles que logró romper las barreras raciales en beneficio de las generaciones de afroestadounidenses que la sucedieron. Luchó contra la segregación racial y el macartismo, fue incluida en la lista negra, y sin embargo persistió y logró fama y éxito mundial. Su abuela la inscribió como la miembro más joven de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) a los 14 meses.

La suya es la historia del siglo XX, del lento camino hacia la igualdad racial, y de la perseverancia extraordinaria.

La carrera de Horne comenzó en el reconocido Cotton Club de Harlem, donde los afroestadounidenses actuaban exclusivamente para un público blanco. Formó parte de varias orquestas, entre ellas una de las primeras bandas multirraciales, y luego logró el primer contrato importante de largo plazo para un actor afroestadounidense con un reconocido estudio de cine de Hollywood, la Metro Goldwyng Mayer. Su contrato incluía cláusulas que establecían que no representaría el papel esteroetípico de la criada negra. Sin embargo nunca le dieron papeles de actuación Sigue leyendo «En recuerdo de Lena Horne»