«A Christmas Carol», o Dickens for ever

Para mi padre, Martín Navarro, incondicional de Charles Dickens

«Cuento de Navidad», de Charles Dickens.

El primero de los tres Espíritus

Cuando Scrooge despertó, había tanta oscuridad que, al mirar desde la cama, apenas podía distinguir la transparente ventana de las opacas paredes del dormitorio. Hallábase haciendo esfuerzos para atravesar la oscuridad con sus ojos de hurón, cuando el reloj de la iglesia vecina dio cuatro campanadas que significaban otros tantos cuartos. Entonces escuchó para saber la hora.

Con gran admiración suya, la pesada campana pasó de seis campanadas a siete, y de siete a ocho y así sucesivamente, hasta doce; y se detuvo. ¡Las doce! Eran más de las dos cuando se acostó. El reloj andaba mal. Algún pedazo de hielo debía haberse introducido en la máquina. ¡Las doce!

Tocó el resorte de su reloj de repetición para rectificar aquella hora equivocada. Su rápida pulsación sonó doce veces, y se detuvo.

–¡Vaya –dijo Scrooge–, no es posible que yo haya dormido un día entero y aun parte de otra noche! A no ser que haya ocurrido algo al sol Sigue leyendo ««A Christmas Carol», o Dickens for ever»

George Orwell

Tomado del blog de Daniel Gascón

El 17 de abril de 1940, George Orwell escribió una nota autobiográfica para Twentieth Century Authors:

“Nací en 1903 en Motihari, Bengala, el segundo hijo de una familia anglo-india. Estudié en Eton, 1917-21, y tuve la suerte de obtener una beca, pero no trabajé y aprendí muy poco, y no tengo la sensación de que Eton haya sido una gran influencia formativa en mi vida.

Entre 1922 y 1927 serví con la Policía Imperial India en Birmania. Lo dejé en parte porque el clima me había arruinado la salud, y en parte porque ya tenía algunas ideas vagas sobre los libros, pero sobre todo porque no podía seguir sirviendo a un imperialismo al que había empezado a considerar Sigue leyendo «George Orwell»

Los buenos deseos

Texto de Francisco  Machuca y su «Tiempo ganado»

LOS BUENOS DESEOS,

Hoy la oficina está de fiesta. Es el último día de trabajo y todos cantan y beben. Esta situación me recuerda la escena navideña de El apartamento, pero sin la Shirley MacLaine. El alboroto se repite ante un espejo que distorsiona la realidad de nuestras vidas rotas, como en el espejo de la MacLaine. Quiero huir de este lugar pero el ascensor para el cadalso no funciona y la trompeta de Miles Davies hace ya tiempo que dejó de sonar. La puerta de salida es similar a la puerta de aquella mansión de El ángel exterminador. Las secretarias ya borrachas bailan sobre las mesas burocráticas. El encargado del diablo se congratula con los trabajadores, y, el director, Sigue leyendo «Los buenos deseos»