En 1973, el cantante Raimon le dedicó a Gregorio López Raimundo una bella canción: T’he conegut sempre igual (“t’he conegut sempre igual com ara, els cabells blancs, la bondat a la cara”, «te he conocido siempre igual que ahora, los cabellos blancos, la bondad en la cara»).
Gregorio López Raimundo tenía una mirada limpia, una voz cálida y una historia dura. Fue detenido, en 1951, tras la huelga de los tranvías, luego llegaron las torturas, la cárcel y la expulsión de España, más tarde el retorno, y otra vez a la vida clandestina. En resumen, tres años de guerra, catorce de exilio, veinte de clandestinidad y tres de cárcel. Toda una vida de compromiso. Perteneció a una rara especie en extinción, la de aquellos que entienden la política como un ejercicio de ética y de compromiso hacia los demás.
Por eso es imposible entender que la Fundación “14 de Abril” le dedique un homenaje con un plantel de invitados que ni huelen ni entienden lo que es la ética o el compromiso desinteresado. Los invitadosinvasores de este acto en recuerdo de Gregorio (con una única honrosa excepción) son tiburones que llevan décadas viviendo de la política. La antítesis del homenajeado, el lado opuesto, un despropósito organizado por gente a la que conozco y aprecio, pero que en este caso han errado de forma escandalosa,
Los invitados al homenaje son:
Ángel Cristóbal Montes
Antonio Piazuelo Plou
Carmen Solano
y Emilio Gastón (la excepción)
Ángel Cristóbal Montes (PSOE-CDS-PP) es un político borracho de vanidad, homófobo declarado y carca con pedigrí, un reaccionario sin límites, liante y egocéntrico. Ha pasado años en la política aragonesa sin aportar nada. Ahora se dedica a expandir su egocentrismo y mala hostia en forma de libros, en revanchas infantiles que serían la delicia de cualquier psiquiatra.
Antonio Piazuelo (PSOE), al que he conocido personalmente, es la antítesis de Gregorio López Raimundo. La antigenerosidad, el antisocialismo, la vida fácil a costa del voto fácil. Simpático cuando quiere, sí, populista y con un estilo barriobajero que abochorna a cualquiera, un político infumable, que acuñó aquello de “el que gana menos de cinco kilos es un zoquete” [5 millones de pesetas de los ‘80]. Mediocridad a raudales, mediocridad que dura 31 años consecutivos ocupando cargos públicos.
Carmen Solano es el desierto, nada en ella es destacable, acaso su habilidad para metamorfosearse en lo que sea para seguir viviendo de la política (primero la UCD, ahora el PSOE).
La excepción es Emilio Gastón (Justicia de Aragón). Le conozco, le he tratado cuando estaba yo en SOS Racismo y es un hombre, a mi juicio, impecable. Le tengo cariño y mucha estima. Es el único que puede estar allí. El único que podría entender el legado ético de López Raimundo. Leer su nombre en el citado acto es un alivio.
De Gregorio hablarán algunos que enturbian todo lo que tocan. Un rebaño de tiburones que la Fundación “14 de Abril” ha reunido torpemente. Lo siento, compañeros, pero esto es inaceptable.
Gregorio López Raimundo nació en Tauste en 1914 y murió en Barcelona en 2007