El método Ogino y la mamma que lo parió

Vete tú a saber qué se había tomado el señor Kyusaku Ogino, japonés, el día que decidió dar a conocer su método. Alguna cereza se le debió quedar atascada en la vesícula, o tal vez las algas se le enroscaron en el cerebro, justo en la parte donde, dicen, hay más luz y más razón. Aquí mi amiga dice que se bebió una botella de sake como si fuera chinchón, o sea sin conocimiento alguno.

El caso es que el bueno de Ogino dio a conocer la idea que luego desarrolló el brillante de Kraus, alemán.  Décadas más tarde Benedicto XVI, alemán también, vuelve a abrazar el método Ogino, vuelve a recomendarlo mientras se come un par de cannoli de crema y se rebaña el chocolate de la taza con el dedo gordo, el mismo dedo que sostiene el anillo gordo de su santidad. Sí, ha vuelto a hacerlo, a vuelto a dar clases de contracepción y a desempolvar (ni una risita ni media con el verbo) el cuaderno con anotaciones sobre Ogino.

Y ahora en serio, estas recomendaciones son de una gran irresponsabilidad. El Vaticano y sus ramajes siguen hundiéndose cada vez más hacia dentro, hacia zonas oscuras. El anterior papa sacó el demonio a pasear aumentando el número de exorcismos y exorcistas, mientras le hacia la vida imposible a los sacerdotes y obispos de la Teología de la Liberación.

Por favor, ¿sabe alguien de un juzgado de guardia donde poder poner una denuncia ante semejante despropósito papal?

Y para ampliar de una forma más serie la noticia pinchad en el blog «Puntos Suspensivos»