CALLE CONDE DE ARANDA
Cuando mi familia se mudó a la Calle Conde de Aranda hace 18 años, me enojé con ellos. La zona me parecía entonces inhóspita. Había bastantes comercios cerrados, otros parecían luchar contra los malos tiempos. Abundaban los pisos vacíos y reinaba el silencio, sólo roto por las voces de los chavales del Colegio de los Escolapios.
Ahora Conde de Aranda no se parece en nada a la que conocimos años atrás. El comercio se ha revitalizado al 100%. Los nuevos colmados rebosan colores y aromas. Desde la pastelería «Las tres estrellas» , llena de dulces y aromáticos pasteles árabes, pasando por el asador de Tío Aissa donde venden unas makudas sabrosísimas, o el colmado «La tropical» donde al tiempo que compras jengibre te venden ungüento para el mal de ojo o de amores (que según Ágata es lo mismo). El hotel Hesperia, en el mismo centro de la calle, tiene una cafetería donde reina el silencio y abunda la prensa. «La Española», regentada por José Miguel y su familia desde 1947, es un ejemplo de comercio honesto de toda la vida. Si te haces una herida, la tienda del «Aloe Vera» te sacará del apuro. Algo que no le vendría mal a las palmeras, muy sedientas de agua pero muy cinematográficas. Y hablando de cine, la calle tuvo hace unos años de vecino a Luis Alegre y a su familia. Caminando por Conde de Aranda y alrededores es fácil encontrarte con escritores como Félix Romeo, escritor de mucho talento («Dibujos animados» y «Discothéque»). A Adolfo Ayuso, de quien aún recordamos el pequeño pero gran libro «Fugas». Al enigmático Ismael Grasa, que acaba de publicar «365 días al sol». Al siempre amable y entrañable Toño Ruiz, que el pasado año publicó la novela «Semilla de Cardamomo». También puedes ver al tenor y profesor de música Emilio Baraball. A Martín Navarro, que, cuando quiere, compone unos temas bellísimos, quizá su poca disciplina le impide dar el salto a la música profesional. A José Manuel Dorado, el mejor concursante de la tele, con su bicicleta y su maillot de «La Veloz», cooperativa de ecomensajeros. A Chesús O´Connell Yuste , un poco irlandés de adopción, autor del estupendo blog Innisfree. A Queru, apóstol del software libre. A José Luis Terol, de la asociación de vecinos, un hombre bueno, necesario para el barrio, para la ciudad y para el mundo.
Al final de la calle está el Master Pool, donde se reúnen los bloggers y donde Mariano Gistaín confesó que le gusta mucho pasear por esta zona de la ciudad.
Sí, sí. Por supuesto que también la calle tiene cosas menos agradables. Dudo mucho que a los de la Expo les importe cómo es la vida en las bocacalles de alrededor. No parece que se pierdan mucho por la zona de atrás. Les invitamos desde aquí a que conozcan lo que ocurre en los intestinos del casco viejo. Bueno, volvamos a Conde de Aranda. Es cierto que a veces es un caos, que hay desorden, ruido y que la calle debería estar más limpia. Pero incluso ese caos tiene encanto, tiene vida.
Como dice Julia, «si quieres algo ficticio, un decorado frío y perfecto, vete al centro comercial de mi barrio, donde nadie habla, fuma, ni bebe, no tose, ni ná de ná».
A Conde de Aranda le pasa un poco como a las Ramblas de Barcelona. A veces te harta el bullicio, incluso agobia. Pero nunca te aburre, porque siempre hay aromas por descubrir y gente con la que hablar. Para nosotras es un placer vivir, pasear y visitar a los amigos de esta calle.