ANIVERSARIO Y MEMORIA

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El pasado sábado 31 de marzo fue un día de infarto, de infarto cultural y emocional. Empecé la mañana escuchando el último disco de Ryuichi Sakamoto.Después visité la exposición de pintura del Palacio de Sástago. Al mediodía, Julia la compa del blog, habló por la radio sobre el movimiento Queer. Luego llamó Ron desde Venecia para decirnos que no sabe si casarse o separarse. Tras la comida los Juanes hablan de unas bellísimas cartas entre Pasolini y Maria Callas (hemos pensado en publicarlas aquí) y por la tarde nos invitaron a una amiga y a mí al homenaje por el «30º aniversario de la legalización del PCE».

Entre mi amiga y yo formamos un puzzle ideológico social de mil piezas o más. En nuestras familias abundan los socialistas, comunistas, anarquistas, un tío de derechas muy majo, muy majo (ojalá la derecha actual fuera como él), y para completar el puzzle hay un novio de la CHA en la familia. Ya os digo que es un puzzle con muchas, muchas piezas.

Cuando empezamos a leer el programa del acto nos invadió la sospecha de que íbamos a tener un par de horas de nostalgia aburrida y sentimentalismo bisoño. No fue así, nos llevamos una gratísima sorpresa. Se rememoraba un acontecimiento histórico: tengamos en cuenta que la legalización del PCE era la prueba del algodón de que la transición democrática en nuestro país iba en serio. Aquella generación hizo un enorme esfuerzo por curar heridas y sacrificar su propia historia para que el país caminara sin discordias. Raúl Ariza, secretario general, hizo un discurso certero, aunque en mi opinión, fue beligerante con todo el mundo pero muy benevolente con CC.OO. Después se vivió una explosión de emotividad gracias al magnifico grupo «Anda jaleo, jaleo», que ofreció uno de los más bellos montajes que he visto en mucho tiempo. Cálido y sobrecogedor. Con esa nostalgia inteligente que transforma las emociones en un acto de memoria. Pero memoria de verdad, no esa mini Ley de memoria histórica del gobierno (histérica la llamo yo). No estaría mal que el espectáculo de esta compañía se viera en los institutos.

Daba gusto ver cómo entre el público que abarrotaba la sala había una mezcla de abuelos con visera y gayata junto a jóvenes con rastas y camisetas de colores y gente de mediana edad. Un mosaico generacional lleno de vida, futuro y experiencia. Nos alegramos mucho de haber ido y, aunque al final el acto no fue en absoluto melancólico, nosotras nos fuimos algo acongojadas. No nos quedamos al aperitivo porque nos esperaban unos amigos. Yo, sin embargo, me recogí en casa para seguir escuchando a Sakamoto. No sin antes sacar a pasear a Ada, mi perra. Y la lluvia seguía transtornándome un poco la memoria. Esa memoria que, cuando se pierde, es como morirse un poco. Y este país con la ley de la memoria histórica se ha muerto. Habrá que resucitarla con espectáculos como los de esta compañía «Anda, jaleo». Espero que otros grupos políticos hagan lo mismo que el PCE y los incluyan en mítines o fiestas. Todo un ejercicio de memoria historia y de respeto hacia todo el mundo.

Al final de la noche, para poder dormir a gusto me puse «Cantando bajo la lluvia», pero ni aun así conseguí pegar ojo.